EL HOMBRE.-
El hombre está integrado por dos elementos indisolublemente unidos: cuerpo y alma. Por el primero se asemeja a los demás animales: el alma racional es la que le presta su condición humana, situándolo en el puesto más elevado de la escala zoológica. Mientras alma y cuerpo permanezcan unidos, existe el ser humano, y el alma infunde en los elementos materiales o cuerpo la energía necesaria para la vitalidad. Cuando esta unión se rompe y el alma se separa del cuerpo, el hombre muerre y su cadáver queda reducido a materia orgánica inerte.
Si por ser material, el cuerpo puede estudiarse y analizarse hasta es sus más simples componentes, no sucede lo mismo con el alma, soplo divino del cual sólo por su actividad podemos darnos cuenta. A cada uno se nos manifiesta como conciencia y síntesis de nuestro propio yo o de nuestra propia personalidad, en tal forma que, a pesar de los cambios físicos que el tiempo va determinando en nuestro organismo y aun de la evolución de nuestros juicios, sentimientos e ideas, no vacilamos en reconocer la continuidad de nuestra vida y estamos seguros de ser nosotros mismos a través de toda nuestra existencia.
Mas téngase en cuenta que el alma, como toda enegía o fuerza, ha de actuar por medio de elementos materiales, que en este caso le proporciona nuestro propio cuerpo. Si el normal funcionamiento de éste se altera por cualquier causa, puede darse el caso de que el alma se vea imposibilitada de ejercer sus actividades; y así los locos o borrachos llegan a perder la noción de su propio yo.
VIDA ANIMAL.-
A semejanza de los demás animales, el hombre vive, crece y se reproduce, teniendo su cuerpo perfectamente dispuesto para realizar estas funciones. Mas así como el instinto es suficiente en los seres irracionales para satisfacer todas sus necesidades, al hombre no le basta, y el alma racional le facilita los recursos para bien vivir, dominando y subyugando en propio beneficio a los demás seres creados, ya que su inteligencia y su voluntad suplen los escasos medios de defensa y de lucha con que le ha dotado la Naturaleza.
La necesida obligó al hombre, desde los primeros tiempos, a guarecerse y aprovisionarse, y la inteligencia de los primitivos seres humanos, como la de los actuales salvajes, se enfocó únicamente a satisfacer sus necesidades más perentorias y evitar los riesgos y peligros: esta es la causa de que la caza, la pesca, la agricultura y el pastoreo constituyeran sus preferentes ocupaciones. Más tarde, la aparición y el continuado perfeccionamiento de las industrias fueron mejorando las condiciones de la vida, y el comercio facilitó el intercambio de materiales y servicios, verificándose paulatinamente la incesante y progresiva evolución que ha conducido a las complejidades de la economía moderna.
VIDA ANÍMICA.-
Cuando por el sucesivo progreso el hombre halló resueltas sus necesidades materiales, volvió su atención hacia la vida espiritual, procurando desarrollar sus facultades y funciones anímicas. El nivel de superioridad de las razas y de los individuos en cada una de ellas se revela, mejor que por el vigos físico, por el más hondo pensar y exquisito sentir.
RELACIONES CON EL MUNDO EXTERIOR.-
El hombre se relaciona con lo que le rodea por medio de los aparatos sensoriales u órganos de los sentidos, que son como ventanas abiertas que ponen su espiritu en comunicación con el mundo exterior. Cada uno de estos órganos es adecuado para recibir una determinada clase de impresiones; las ocasionadas por las ondas sonoras son percibidas por el oído, y se denomina audición sensorial correspondiente.
Eaxminaremos el proceso de la función sensorial, tomando como modelo la función auditiva. Para que ésta se produzca se requiere un agente externo adecuado, que en el caso que analizamos es el sonido. Las ondas sonoras actúan sobre el aparato auditivo, a condición de que éste se halle íntegro y en estado normal. El hecho de ser excitado el órgano sensorial por el agente externo correspondiente se denomina impresión. Una vez recibida la impresión en el oído, el nervio acústico la transmite, convertida en corriente nerviosa, a los lugares del cerebro encargados de recibir las impresiones del órgano auditivo. El acto de recibirse en el cerebro las impresiones de los sentidos se llama percepción. El cerebro es el encargado de poner de manifiesto el alma humana las percepciones, quedando con él completamente realizada la función sensorial. Mas por que nuestra alma se dé cuenta de las percepciones, es condición precisa que les preste atención. Fácilmente puede comprobarse que no todo lo que oímos lo escuchamos, pues cuando estamos distraídos, o sea sin fijar la atención, auqnue la función auditiva se realice normalmentte, nuestra alma no recibe sensación alguna.
La atención es imprescindible para que el alma humana se relacione con el mundo exterior; pero como el enfocar la atención representa siempre un esfuerzo, tanto más penoso cuanto más se prolongue, el alma tiene una marcada tendencia a distraerse, y una de las principales misiones de nuestra voluntad es educarla para que atienda cuantas veces lo reclame nuestro interés. Aparte de esta atención voluntaria, existe la atención involuntaria o provocada, cuando un agente externo excita yan intensamente un órgano sensorial, que atrae le interés de nuestra alma, haciendola salir de su natural indiferencia.
Vemos, pues, que en toda función sensorial hay tres momentos sucesivos, imprescindibles para que tal función se realice, y cada uno de los cuales está supeditado a los que le preceden. Estos momentos son: la impresión en el aparato sensorial; la percepción de estas impresiones en el cerebro, y la sensación que en el alma producen las percepciones en el cerebro recibidas. La correlativa dependencia de estos tres momentos es causa de que sin impresión no puedan existir ni percepción ni sensación. Aun realizándose debidamente la impresión , puede no podrucirse percepción alguna en el caso de hallarse enfermo el nervio transmisor o los territorios cerebrales encargados de recibirla; y aun verificada la percepción, puede no existir sensación si el alma no presta por su parte la atención necesaria.
Un ejemplo claro de este proceso nos lo ofrece la manera de realizarse una comunicación telefónica. En ésta, nuestra voz ejerce el papel de agente externo, impresionando el receptor, que puede ser comparado con el oído. El hilo conductor, cuya función corresponde a la del nervio acústico, transmite la impresión recibida, transformada en este caso en corriente eléctrica, equivalente a la corriente nerviosa, llegando en tal forma al aparato con el cual deseamos comunicar, que realiza en este ejemplo misión análoga a la del cerebro. En cuanto llega la corriente al otro aparato, la percepción se ha realizado, y, sin embargo, es muy frecuente el caso de que el otro teléfono no conteste, no porque nuestras llamadas no lleguen, sino porque no se preste atención a ellas, de la misma manera que nuestra alma permanece indiferente ante la mayoría de las llamadas sensoriales, si estamos distraídos o abstraídos.
MEMORIA SENSITIVA.-
Si el alma se limitase a recibir las sensaciones que en cada momento le ofrecen los sentidos, nunca trendíamos noción de otras impresiones que no fueran las que en aquel instante recibiésemos. Pero el hombre posee una facultad denominada memoria sensitiva, por cuyo medio conserva y reproduce las sensaciones derivadas del mundo exterior durante mucho tiempo después de haber desaparecido la impresión sensorial. De esta forma vamos almacenando en el transcurso de nuestra vida un caudal cada vez mayor de sensaciones que en cualquier momento podemos reproducir mentalmente, reconstruyéndolas de un modo virtual. Esta facultad, como todas las humanas, es sesceptible de desarrollo por medio de la educación, que llega a acrecentar considerablemente el poder retentivo de nuestra memoria.
MUNDO SUBJETIVO.-
Al lado de las sensaciones que poseemos, debidas al mundo que nos rodea, existen otras que nacen de nosotros mismos, procedentes de la actividad de nuestra alma, con independencia de todo agente externo: a este orden de sensaciones se refiere el mundo sbjetivo.
Se llama mundo subjetivo al conjunto de fenómenos que se desarrollan en nuestra conciencia, la cual está representada como una serie de actos o funciones de las facultades anímicas–memoria, intelifencia y voluntad en sus más variadas formas–, que se traducen o se nos revelan como sensaciones internas. Las ideas, los juicios y los raciocinios nacen de nuestra función intelectiva, y las voliciones y deseos son resultado de nuestra voluntad. Unos y otros se producen en el cerbero como percepciones, y éste las pone de manifiesto el alma, la cual las recibe como sensaciones internas. Fácilmente puede comprobarse que, al igual que se ve y se oye, se piensa y se quiere, y que estos fenómenos de querer y pensar producen sensaciones en nuestra alma , cuando en ellos atentamente nos fijamos. Si, por el contrario, estamos distraidos o indifirentes, no llegamos a precisar con claridad ninguna de las ideas y voliciones que incesantemente produce nuestro cerebro; por este motivo, cuando uno dice que no piensa en nada, no quiere expresar que su inteligencia está inactiva, sino que se halla en un estado de reposo anímico en el cual no recibe sus ideas como sensaciones, esto es, que le sucede lo mismo que a quien oyendo, no escucha. En las relaciones del hombre consigo mismo , es decir, con su propio mundo subjetivo, sólo existen, por tanto, dos de los tres momentos que hemos analizado como imprescindibles para las relaciones con el mundo exterior: la percepción, al surgir en el cerebro los deseos e ideas, y la sensación, al darsee cuenta el alma de tales percepciones, ya que ni ideas ni deseos propios han de pasar por los sentidos.
Las funciones vitales se suceden como una incesante actividad, y durante el sueño, del mismo modo que las funciones fisiológicas no se interrumpen, sino que solamente se atenúan, tampoco deja de laborar nuestro espiritu, aunque el alma, fatigada por la multiplicidad de sensaciones que la vigilia le impuso, sólo conceda atención a aquellas representaciones internas que por su intensidad y vigor atraen imperativamente si enterés. En este caso, cuando, aun estando dormidos, el alma recibe sensaciones, se dice que soñamos.
MEMORIA SUBJETIVA.-
En correspondencia con la memoria sensitiva, existe una memoria subjetiva que es la facultad de conservar y reproducir nuestras ideas, voliciones y pensamientos pretéritos. De suerte que el hombre puede recordar todas las sensaciones, tanto externas como internas, que ha recibido y almacenado en su memoria. Esta facultad actúa de uno de los tres modos, voluntario, involuntario o provocado, según que el recuerdo surja, bien por imperio de nuestra voluntad, ya por interna asociación de ideas ajena a nuestro personal deseo, o bien sugerido por agentes externos, constituyendo así las diferentes modalidades de poner en función la memoria.
IMAGINACIÓN.-
Se denomina imaginación la facultad creadora de la mente humana, por medio de la cual se engendran virtualmente o de modo ficticio formas o conceptos nuevos, que no han tenido existencia anterior, pero que la adquieren real y positiva en nuestra mente al ser creados. Para estas creaciones se sirve la imaginación de los elementos que constituyen el caudal de nuestra memoria, combinándolos caprichosamente, y, por tanto lo que en rigor realiza esta facultad creadora es forjar nuevos seres o ideas con la experiencia de anteriores sensaciones, externas o internas, de manera análoga a un potente calidoscopio.
Estas creaciones de la imaginación pueden surgir bien espontáneamente o bien como poducto de nuestra voluntad, y las apreciaciones confusas o claras, según la capacidad imaginativa de cada cual, cuyo grado de intensidad es susceptible de educación y desenvolvimiento.
La imaginación es una de las facultades que con más frecuencia actúa durante el sueño, siendo, por el atrevimiento de sus creaciones, la que con preferente interés reclama la atención de nuestra conciencia.
FANTASÍA.-
Cuando la función imaginativa produce formas bellas, se denomina fantasía, que puede definirse como la imaginación creadora de belleza o de arte. La fantasía no obedece a nuestro deseo, sino que es más bien fruto de inspiración.
INSPIRACIÓN.-
Se entiende por inspiración la aparición o surgimiento mental de una idea o intención ajena al curso de nuestro ordinario discurrir o querer. Como no está sujeta al imperio de la voluntad y altera el orden común de nuestras ideas, se ha supuesto en todas las épocas la intervención de un ente inspirador distinto del sujeto inspirado. Han nacido así los conceptos de numen, estro, musa, etc., con los que se ha pretendido materializar el maravilloso destello de la inspiración.
GENIO.-
El genio ha sido definido por Letamendi (filósofo griego) como “la potencia humana de hallar por simple intuición aquellas cosas que, con ser materia racional , no se dan ni por voluntad ni por discurso”. Es potencia, y no facultad, porque ésta implica dominio en su ejercicio, y la genialidad no es voluntaria, ya que nadie es genial cuando quiere, sino cuando puede. Decimos humana porque ni es sobrenatural ni privativa de algunos hombres, sino común a todas las personas, aunque en muy diverso grado de desarrollo, por lo que sólo se denomina genios a aquellos individuos cuya genialidad es extraordinaria. Añadimos de hallar por simple intuición, porque las ideas geniales surgen en forma completamente intuitiva, como espontánea y automática representación cerebral. Al indicar que las cosas que halla son materia racional significamos que no se exceden de las normales posibilidades del humano espiritu. Y determinamos, por último, que no se dan ni por voluntad ni por discurso, para diferenciar las intuiciones geniales de aquellas otras, también racionales, que se engendran voluntariamente o mediante el razonamiento.
Los rasgos característicos formales del genio son: la sorpresa del sujeto, que una vez pasado el momento de inspiración, se sorprende de su propia obra, en cuyo feliz hallazgo ha superado el grado de acierto que lógicamente pudo prever; y la instantaneidad de la visión, porque la creación genial, siquiera sea en embrión o germen, surge de pronto como fantástica aparición que brota en nuestra mente a la llamada de mágico conjuro. Cuanto más compleja haya de ser la obra, menos se diseñan en la primera inspiración genial sus partes secundarias, de forma que para llevar a su completa realización las ideas geniales, se precisa una larga serie de nuevas inspiraciones que resuelvan en detalle la idea primitivamente concebida en conjunto. Por esto, para un hombre sensato de escaso genio, componer es aplicar la razón al desarrollo de una idea genialmente concebida, mientras que para el verdadero genio creador consiste en una serie de sucesivas y afortunadas inspiraciones, derivadas de una primera inspiración sintética.