Procura engalanar su pensamiento
con el encaje de su propia idea.
Piensa, compone, resucita y crea
todo lo que es el alma del momento.
Purifica su lira en el tormento,
de lo que más que amor, lagrima sea.
Casi siempre en su llanto se recrea
la plenitud de su arpegiado acento.
Lucha a brazo partido con la brisa,
y a su risa, sin tregua opone risa,
hecha tesoro a fuerza de llorar.
Y después toca con soberbia tanta,
que seguro es Dios quien en su lira canta
viril y poderosa como el mar.