La dalia que cuidaba Sevilla en el parque de los Montpensier de la copla se hizo jardín abierto para todos, paloma en el hombro de la fotografia familiar, altramuz de niño para el pato en el estanque. Una Sevilla provinciana, anclada en el tiempo, que se mira en el espejo de la Esposición, cuando le han dicho que fue grande, que estuvo segura de sí. Y se ve bonita.
Vergél donde la luna mima y vela el nocturno trinar de ruiseñores.
Lienzo en el que la lúz mezcla colores con pinceles de brisa y de candela.
Poesía de un patio sin cancela rebosante de aromas y de flores.
Melodía de claros surtidores con gozo de jazmín y de canela.
Conjunción de senderos y avenidas.
Equilibrio de rosas y palmeras.
Ramas de sombra y sol entretejidas.
Paraíso de gracias mensajeras y ardoso volcán de amanecidas sobre un mundo de eternas primaveras.