PUBLICADO EN LA REVISTA “SEMANA” HACE VEINTE AÑOS.

Por primera vez, me he decidido a contar mi vida amorosa.-

Una vida marcada principalmente por el amor y por la música, por eso he titulado mis memorias de esta forma. Siempre digo que me gustaría o al menos debería, anteponer mi música al amor, pero es algo que no puedo cambiar.

He tenido muchos amores en mi vida. Las mujeres han ocupado un lugar muy importante dentro de ella y voy a narrar mis vivencias para aclarar muchos puntos oscuros que la gente desconoce de mi y en ocasiones, debido a los falsos comentarios que algunas personas han hecho de mi, me han pintado como el malo de la pelicula. De esta forma podrán conocer a un Campuzano más directo, sin tapujos, sin mentiras por las que he pagado hasta con mis propios hijos. Por supuesto no voy a entrar en interioridades ya que me considero un caballero en toda la extensión de la palabra, pero han sido muchas las manifestaciones falsas de algunas mujeres que han formado parte de mi vida y que han creado un concepto equivocado de mí hacia el lector.

Nací en Cádiz el veintisiete de Noviembre de 1945, allí transcurrió toda mi juventud hasta mi traslado a Madrid para cumplir el servicio militar. Allí vivia con mi familia en un pabellón militar ya que mi padre era músico militar.
Fué en Cádiz y gracias a la influencia de mi padre, donde se despertaron mis aspiraciones musicales.
Comencé mis estudios en el Conservatorio “Manuel de Falla” de Cádiz, obteniendo a los quince años el Premio de IInterpretación “Manuel de Falla” con la obra “Castilla de Albéniz”. Así como mi padre fué mi principal influyente de mi vocación musical, también fué el primero en desaconsejarme que me dedicase a la música profesionalmente argumentando que la música no era un buen medio de vida ni una carrera como para vivir de ella, no obstante fué mi primer profesor antes de que el gran pianísta gaditano D. Ricardo Baras abuelo de la célebre bailaora “Sara Baras” se hiciese cargo de mí al darme clases particulares en mi casa.

Mi familia siempre ha sido muy importante para mí, la formábamos, aparte de mis padres, mi hermano mayor, que actualmente se ha retirado de Comandante del Ejercito de Tierra y se llama Rafael, al igual que mi padre. Yó, que soy el del centro, y mi hermana Cristina, que tiene cinco años menos que yo, sigue viviendo en Algeciras (Cádiz).

De mi padre he heredado la pasión por la música y también por las mujeres, y de mi madre el buen humor y la alegría de la vida.

MIS TRAVESURAS AMOROSAS

De jovencito me divertía con mi pandilla jugando a ser novios y fueron muchas las conquistas que hacía entre nota y nota. Fué algo que también heredé de mi padre que por aquél entonces estaba vinculado al mundo del espectáculo y en los descansos de función, con el género de revistas en boga con fenomenales vedettes, siempre sentía gran curiosidad por visitar los camerinos. Mi madre siempre era mi tapadera ante mi padre; cuando él me reñía ella lo frenaba: “¡De que te quejas, si es igual que tú”!.

Por aquel entonces conocí a una de mis primeras novias que se llamaba Mari, el apellido me lo reservo ya que hoy es una mujer casada y no quisiera herir su sensibilidad. Con ella conocí por primera vez el amor. La conocí en un baile, teníamos quince años y nuestro noviazgo duró tres años, hasta que me trasladé a Madrid para proseguir mis estudios musicales y al mismo tiempo para hacer el servicio militar en el Ministerio del Ejercito, concretamente en la Banda de Música.

Mi padre se desplazaba amenudo por la provincia de Cádiz con los espectáculos de revista; cierto día, en una de sus giras, se marchó con mi madre, no sin antes haber pronunciado un buen sermón para que me portase correctamente. Cuando me dí cuenta de que habían pasado veinte minutos desde que se fueron, comencé a pensar qué podía yo hacer en una ausencia tan larga. Salí a la calle a buscar a los de mi pandilla para decirles que me encontraba sólo en casa y que podiamos organizar alguna juerga hasta el regreso de mis padres. Inmediatamente cada uno se fué en busca de sus respectivos ligues y nos fuimos a mi casa. Cuando la juerga estaba en su máxima plenitud y aquello en vez de una casa parecía un pequeño burdel improvisado con un desmadre que para qué les voy a contar, se presentaron mis padres que a una hora de camino se habían dado cuenta de que se le habían olvidado algo importante que les obligó a regresar y se encontraron con su hijo , el pianista, con su propio espectáculo en funciones. Ya se podrán imaginar la cara que puse y la que puso mi padre cuando se encontró el pastel. Mi madre, con ese sentido del humor que la caracteriza, no tuvo por menos que echarse a reir y apaciguar los ánimos. Mis amigos salieron corriendo de la casa y yo me tuve que esconder donde pude para evitar a mi padre. Estas escenas se repitieron con alguna frecuencia en mi juventud pero, la verdad es que mi buena afición al piano compensaba los enfados de mi padre.

En aquél tiempo yo estudiaba en el colegio de los Hermanos de la Salle, llamado “Colegio de la Viña” y allí hacía mis primeros pinitos com pianísta.

En el colegio tenía mi pandilla con la que hacía muchas travesuras. Son momentos que hoy recuerdo con simpatía y con gracia. Me acuerdo que había un Hermano que dejaba a los alumnos castigados en el patio al terminar las clases. Yo era muy asiduo a frecuentar ese lugar con un amigo llamado Miguel Polanco, que le pusieron de apodo “El Pelón”, ya que era tan gamberro que cada dos por tres le cortaban el pelo al cepillo como castigo. Tanto Miguel como yo, le caíamos muy simpáticos al cocinero del colegio, que por cierto era mariquita, y a las espaldas de los profesores nos echaba con una cuerda, desde el tercer piso al patio, bocadillos y refrescos para que el castigo se hiciese más llevadero, en realidad nos divertíamos tanto que no nos importaba que nos castigasen.

La verdad es que soy una persona con doble personalidad en mi vida artística, siempre he sido, incluso de muy jovencito, bastante responsable, tal vez por la gran pasión que sentía por la música; además, el saber tocar el piano me abrió las puertas de muchos ligues. En cuanto al terreno personal mi vida ha sido diferente ya que he perdido bastante tiempo con las damas y me ha restado para mis quehaceres musicales. Hoy día me arrepiento de este tiempo perdido ya que tenía que haber hecho mucho más de lo que he producido en mi vida profesional, aunque tengo que reconocer que las mujeres siempre han sido para mí como una fuente inagotable de inspiración, han sido mis musas a pesar de los problemas que me han ocasionado.

MI VIDA EN MADRID

Mi padre me despidió en la estación de Cádiz. Me íba a Madrid con una pequeña maleta para cumplir con el servicio militar cuyo periodo de instrucción transcurrió en El Escorial donde estaba el campamento de reclutas del Batallón del Ministerio del Ejercito. Mi llegada a El Escorial fué también escandalosa ya que, en un baile de esos domingueros que había allí, antes de incorporarme al campamento, formé otra de las mías tocando el piano y mi entrada fué rápida ya que hice muchos amigos y sobre todo amigas, pues llevaba conmigo la experiencia gaditana y la gracia de mi tierra para poder ligar con buen sentido del humor a cualquier chavala que se pusiera por delante.

El campamento en El Escorial fué duro y frío ya que las nevadas eran muy frecuentes y además el Batallón del Ministerio era un cuerpo especial donde a cualquier recluta se le exigía más que en otros cuerpos. Por lo demás, el cambio de vida me vino bien ya que, digan lo que digan, en la mili empieza uno a conocer la verdad de la vida, a conocer la verdadera amistad y a pasar las primeras fatígas que sirven para un futuro.

Los días de permiso me ganaba unas pesetas tocando en el baile y así tenía para mis pequeños vicios y para hacerme un poco más independiente. Otras veces aprovechaba el permiso para irme a Madrid a visitar a unas tías que vivían allí.

Es curioso que yo que había echado mi solicitud de ingreso en el Ejercito como educando de música, me metieron en armas debido a mi estatura, haciendo caso omiso a mi solicitud y por tanto fueron muchas las guardias que tuve que hacer. Concluido el campamento nos trajeron al Ministerio del Ejercito a la Plaza de Cibeles, donde se encuentra dicho Ministerio. Seguí en la cuarta compañía de Armas sin trasladarme a la Banda de Música, compañía especializada en rendir honores a los altos mandos y en especial a D. Francisco Franco Bahamonde “El Caudillo”. Yo seguía empeñado en entrar en la Banda de Música para ampliar mis conocimientos y estudiar, de paso, en el Real Conservatorio Superior de Música. Mi padre hízo algunos intentos para que me cambiasen, pero fué un cura amigo nuestro D. Andrés Lópèz Martinez de Silleiro y Párroco de Cádiz de la iglesia “Virgen del Rosario” quién intercedió por mí, vino a Madrid, se hízo pasar por tío mío y con sus sermones ablandó al Jefe del Batallón que era por entonces el Teniente Coronel Dávila y consiguió mi traslado. Aún le estoy agradecido. Una vez ingresado en la Banda, el Comandante me dió un Pínfano, instrumento parecido al flautín pero de madera, para los relevos de la guardia y como lo mío nunca a sido soplar, silbaba y mis compañeros se morían de risa. Dejé lo del Pínfano y pasé a la Banda como percusionista, lo que me sirvió bastante para mis conocimientos musicales, ya que interpretábamos muchas obras.

Un día me llamó el Comandante a su despacho diciendo que una chica me llamaba por teléfono preguntando por el Teniente Felipe Campuzano, que era lo que yo les decía a los ligues que me echaba en Marid, les daba el teléfono del despacho del Comandante como si fuese el de mi propia casa. Ya se pueden imaginar los arrestos que me llevaba por tal motivo.

Como educando de música podíamos vestir de paisano en nuestras salidas a la capital y fué entonces cuando empecé a conocer el mundo de la noche de Madrid, cosa que me tenía absorbido ya que soy más bién de la familia de los “Dráculas” que de los madrugadores.

Conocí a mi primera novía de Madrid, se llamaba Rosa y me fuí distanciando de mi novia de Cádiz. Rosa era una chica divina en todos los aspectos, estuve con ella tres o cuatro años. Vivía por Vallecas ya que sus padres eran emigrantes de Extremadura. Lo que más me gustaba de ella y de su familia era su gran sencillez. No obstante, independientemente de esta formalidad, conocí en mis numerosas salidas nocturnas, a muchas más chicas; sería difícil enumerarlas, pues en mis ratos libres solía hacer lo mismo en El Escorial, tocar en bailes domingueros que me brindaban los Suboficiales de la Banda para ganar unas pesetas para mis gastos. Estas actividades me facilitaban a su vez el contacto con nuevas amistades y, como es lógico, con nuevas mujeres.

Independientemente del servicio militar y de mis diversiones, acudía puntualmente a mis clases de piano en el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid. Mi segundo profesor fué D. Antonio Lucas Moreno, Subdirector del Conservatorio y además era paisano mío, concretamente de Sanlúcar de Barrameda (Cádiz ). Creo que mi técnica pianística viene de este maravilloso intérprete que era él.
También estudiaba Historia y Estética de la música con el Padre Sopeña, magnífico musicólogo y armonía con el profesor Echevarria.
Estos estudios no resultaban nada aburridos para mí, disfrutaba muchísimo estudiando música, me apasionaba y, por lo tanto, sacaba sobresalientes con gran facilidad. Terminé mi Carrera de piano con el Premio fín de Carrera y con las más altas calificaciones.

Pasé cuatro años como discípulo de música en la Banda Militar, era el tiempo mínimo que exigían las ordenanzas. Fué pesado, pero hoy día productivo, no sólo para mí, sino para todos los compañeros que estaban allí conmigo. Actualmente, muchos ejercen su profesión en Bandas Militares de los distintos cuerpos y otros en Orquestas Sinfónicas. Yo opté por lo civil ya que siempre he querido gozar de una cierta libertad que no te da el Ejercito, pero….el libro de gustos está en blanco y por tanto se debe aplicar la frase: “Cada maestrillo con su librillo”. Nis librillos han sido y siguen siendo las mujeres y el piano, espero que algún día, no lejano, pueda invertir la frase y que se convierta en “El piano y las mujeres”, pues por lo visto, es una cruz que he llevado en mi vida, aunque gustosamente, a pesar de sus sinsabores.
Siempre he sido una persona muy inquieta, dispuesta a conocer todo lo inédito, eso me hacía sentir una gran curiosidad. La palabra sorpresa ha puesto siempre en mí, una gran inquietud y una locura desconocida, por eso nunca he sido una persona estable y lineal, sino anárquica y arrebatadora.

“LOLA FLORES” ME ABRE LAS PUERTAS DE LA POPULARIDAD

Una vez terminado el servicio militar hago mis primeros pinitos como compositor uniéndome al autor primo de “Lola Flores” D. José Ruiz Venégas para componer canciones a otros artistas. Nos vamos juntos a un apartemento que alquilamos en la callle Colegiata, en el Barrio de la Latina. A través de él conozco a la que íba a ser mi primera mujer, Dña. Carmen Encalado Martín “Carmeliya”.

Por entonces me contrató “Lola Flores” para tocar el piano en un restaurante que abrió en la Plaza de la Marina Española, que se llamaba “Caripén”. Allí tenía que acudir todas las noches a mi cita con el piano a la vez que acompañaba a “Lola Flores” en todos sus desplazamientos.
Gracias a este nuevo trabajo, conocí a la familia Flores al completo y la verdad es que se portaron conmigo como si de una segunda familia mía se tratase. Ellos siempre han sido una familia muy unida , a pesar de los falsos testimonios que las malas lenguas, tal vez por envidia, han lanzado sobre ellos. Lo que si es cierto es que cualquier persona que se convierte en famosa por cualquier cosa, da pié a que la gente opine sobre ella, unos opinan bién y otros mal, és, hasta cierto punto, lógico.

En mi caso, la familia Flores ha ejercido sobre mí, una influencia muy positiva. Por supuesto, les sigo queriendo como el primer día, eso es algo que ellos saben perfectamente. Lola fué, en definitiva, una de las personas que me introdujo en el mundo de la popularidad, al estar a su lado entonces, me abrió muchas puertas como compositor y como pianista. Como lo primero porque ella grababa temas míos y de su primo Ruiz Venégas, y si tenían éxito las canciones que le hacíamos, tal fué así que los artistas que buscaban por entonces un compositor sabían adónde tenían que acudir. Como lo segundo, porque siempre le acompañaba en sus galas por todas partes y ello me daba la oportunidad de que se familiarizaran conmigo.

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La verdad es que nunca pensé que su hija “Lolita” fuese a despuntar tanto en la canción, sin embargo, tiene una voz caliente que me gusta y espero que un día pueda componerle algunas canciones.

Creo que “Lolita” no ha tenido en España, el reconocimiento que se merece, tal vez porque es la hija de “Lola Flores” y eso, en vez de beneficiarle, puede ser que le haya perjudicado. Sin embargo, cualquier persona que ame la música tiene que reconocer que es una gran artista y que tiene una gran voz. Desde estas páginas le deseo lo mejor. sobretodo en estos momentos en que ha culminado su mayor deseo, ser madre por primera vez.

Antonio González “El Pescailla” más conocido como el marido de Lola, es un gran amigo y también un gran artista, aunque también sin el merecido reconocimiento. Siempre ha permanecido en la sombra de Lola orgulloso de su mujer. Lo que no esperaba era que su hijo Antonio se inclinara por el Rock en vez del Flamenco, como es la tradición familiar, pero así son las cosas de la vida.
Rosarillo, la pequeña de los Flores, era la tímida, que hablaba poco pero que hoy día da mucho que hablar por sus grandes dotes como actríz y como cantante.

“Lola Flores” conocía perfectamente a la que íba a ser mi primera mujer, Dña. Carmen Encalado Martín “Carmeliya”, sin embargo, cuando me veía con ella me aconsejaba que no me metiera en líos pues pensaba que no íba a ser la mujer adecuada para mí. Yó, como es de suponer, hacía caso omiso a las recomendaciones de Lola y al final tuve que reconocer que no andaba descaminada pues pude comprobar que Carmen tenía un caracter muy abosorbente y eso chocaba fuertemente con mi caracter liberal, para mí era muy importante la independencia que había adquirido con mi propio esfuerzo y no íba, por tanto, a consentir que nadie me controlara.

Sigue en el capitulo segundo mi matrimonio con Carmen Encalado Martín “Carmeliya”.

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