PUBLICADO EN LA REVISTA “SEMANA” HACE VEINTE AÑOS.-
¡LA VALIENTE ROSA VALENTI!.-
Para mí, Rosa Valenti era una artísta desconocida y yo estaba por entonces en la cumbre de la fama; la verdad es que en la discoteca Carrusel, alguien de la mesa donde estábamos, quiso acercarme lúmbre a un cigarrillo que saqué y ella, ni corta ni perezosa, sopló y apagó el fuego. En ese momento, me molestó interiormente la tontería, pero eso dió pié para que me fijara en ella. Lo que todavía no he averiguado es si ella lo hízo con ese propósito. Al cabo de un rato, ella sacó un cigarrillo y un mechero y cuando lo íba a encender yo híce lo mismo que ella. soplar y apagar el fuego, ella empezó a reirse y ahí empezó el idilio Campuzano-Valenti, Valenti-Campuzano.
Desde entonces, para mí siempre ha sido más ¡Valiente! que Valenti.
Rosa es y ha sido una mujer con un gran sentido de la responsabilidad ante su trabajo y sobre todo ante sus hijos. Esa es una cualidad que me ha hecho quererla y repestarla mucho más, además me siento identificado con ella respecto al amor por los hijos, sólo que, en mi caso, por las circunstancias que ya conocen todo ha sido diferente.
Rosa núnca dudó en anteponer el cariño de sus hijos a su propia carrera artística, pero también supo siempre que su esfuerzo y su trabajo serían los que la ayudarían a lograr la felicidad de su familia.
Fué entonces cuando la conocí y fuí a verla en su debut en el Teatro Fígaro junto al gran actor Pedro Osinaga. Rosa realizó una excelente interpretación y acumulaba en ella todas sus experiencias en el dificil mundo del artisteo. Con esta obra se descubre como un pedazo de actríz y el tiempo premia a esta gran mujer que lo tiene tan merecido y que creo que le abrió la puerta de lo sublime.
Pero no es ahí donde se ve la humanidad de Rosa Valenti, sino al terminar el espectáculo.
Como es lógico, bajé a saludarla a su camerino. No estaba sóla, allí le aguardaba entusiasmado su hijo Jordi, que le saca unos palmos de estatura, este niño con cara de árabe, con mirada profunda y melancólica y con una inocencia nada normal en estos días, disfrutaba del triunfo de su madre. Ella siempre se ha preocupado de que sus hijos fueran el día de mañana dos hombres que pudieran estar orgullosos de su madre y lo ha conseguido.Pues si, queridos lectores, esa es Rosa, una mujer que ha luchado y sigue luchando contra viento y marea, que ha sucumbido, a veces, a la tempestad alienante de la comercialización, pero ha sabido salir a flote en su barquilla naufragante para conseguir el reconocimiento de todo el pueblo de España.
Rosa era una mujer tan excelente que resulta fácil, para quién está a su lado, olvidarse de todo lo demás.
Había que llenar el estómago de esos dos niños y Rosa sabía que con su trabajo lo íba a conseguir. Tenía que lograr no perder núnca su puesto de trabajo en este mundo tán dificil, a fuerza de lágrimas, sinsabores y, sobre todo, envidias, que como decía D. Manuel Dicenta, la envidia es una admiración enferma, y yo se, Rosa, que hay mucha gente en este país que está enferma y te admira, por eso yo como admirador tuyo que soy, espero que tomes estas manifestaciones que voy a hacer de tí, con esa gracia que tu puedes comprender.
Voy a tratar de narrar un poco lo que fué nuestro amor, loco, simpático, y lleno de anécdotas inolvidables para tí y para mí, para que sepan de una vez los lectores cuál ha sido la maravillosa relación entre Rosa Valenti y Felipe Campuzano.ROSA Y YO, NOS ENAMORAMOS.
Por entonces, cuando conocí a Rosa, ella trabajaba en la Boité del Pintor en la madrileña calle Goya, yo, por supuesto, íba casi todos los días a recogerla. Juntos lo pasábamos estupendamente , estábamos siempre riendo y nos divertíamos muchísimo. Ella consiguió que me olvidara casi por completo de mi primera mujer “Carmeliya”, cosa que, en aquellos momentos, resultaba muy dificil debido a lo sumamente arraigada que se encontraba en mi pensamiento.
Tardamos muy poco tiempo en decidir marcharnos a vivir juntos por lo que alquilamos un apartamento en “Centro Norte ” por la Plaza de Castilla, ya que el estudio que yo tenía en la Plaza Tirso de Molina estaba en obras y estaba inhabitable. Las reformas duraron siete u ocho meses, justo el tiempo que estuvimos en aquél apartamento.
Vivíamos como un matrimonio bien avenido, cada uno tenía sus propias responsabilidades. Ella se íba a su trabajo y yo seguía con lo mío.
Resulta simpático contar la gran bronca que le dí un día a Rosa porque me hízo unas albóndigas tan rápidas que le salieron durísimas y tuvimos albóndigas para varios días. La pobre tenía razón, las hacía sumamente deprisa porque no tenía tiempo para trabajar y dedicarse a hacer también la comida, pero a mí me dió mucha rabia porque supongo que llegaría con mucho apetito.
Yo no sólo veía, sino que sentía, que Rosa Valenti estaba colada por el pianista de Cádiz, ella era una catalana que sabía asimilar la gracia de todo lo genuino que da mi patria chica. Yo sabía que, aparte del amor, le caía bien, se reía con mis cosas en infinidad de momentos. Yo también estaba encantado y le apoyaba al máximo, le aconsejaba, y le ayudaba en todo lo que podía… y ella me correspondía, pero siempre, por encima del amor que me tenía, estaba el amor que sentía por sus hijos y esto me hacía quererla mucho más.
En cierta ocasión nos desplazamos a Cádiz, ya que yo tenía mucho interés en que la conocieran mis padres y la verdad es que les cayó fenomenal ya que Rosa es una mujer con una humildad como la copa de un pino. Me imagino que mis padres no pusieron muchas esperanzas en ella, porque después del triste desenlace que tuve con mi primera mujer, es fácil que pensaran que Rosa fuera para mí un refugio momentáneo para hacer más llevadero mi disgusto, pero la verdad es que no fué así porque ahora mismo, sigo pensando que Rosa fué la mujer más maravillosa que conocí en mi vida, prueba de ello es que sigue siendo una gran amíga mía con la que sé que puedo contar en cualquier momento. A mi modo de ver, el tiempo no ha pasado, porque todo sigue siendo como al principio.
Rosa tiene una carita de ángel que le da una apariencia muy tranquila y muy buenecita, y, aunque buena lo es, tiene un caracter a prueba de todo; me acuerdo que un día, pasando una temporada en Cádiz, tuve que salir corriendo porque me quería dar con una botella en la cabeza. La pobre tenía razón porque yo quise vacilar más de la cuenta y me salió el tiro por la culata ; estábamos en una discoteca en compañia de unos amigos y se acercó a la mesa una antigua conocida mía bastante guapa, y a mí no se me ocurrió otra idea que darle un poquito de celos a Rosa, que inmediatamente se sintió desplazada y reaccionó de la peor manera que me podía imaginar; ni corta ni perezosa, cogió la botella que estaba y tuve que salir corriendo entre las risas de mis amigos.
Cuando más a gusto funcionaba nuestro romance, empezaron a surgir obstáculos que se fueron interponiendo entre nosotros si apenas darnos cuenta.
Por aquellas fechas se estrenaba en Madrid “Las Leandras”, de Maria José Cantudo, allí conoci a la actríz Eva Robin, que trabajaba en el espectáculo y tuvimos un pequeño romance a escondidas de Rosa, a la que, por supuesto, no pensaba dejar. Yo todavía no conocía personalmente a la Cantudo.
MARIA JOSÉ CANTUDO ENTRA EN ESCENA.-
Un buen día me fuí con un amigo a “Bocaccio”, una discoteca que se encontraba a las espaldas de la Plaza de Colón y la que estaba más de moda para los artístas que nocturnamente acudiamos a ella con mucha frecuencia, y me sorprendió ese día la presencia de bastantes fotógrafos de las revistas del corazón. Estaban esperando a la que inmediatamente apareció: Maria José Cantudo y su marido, Manolo Otero. Ella íba vestida como una gacela, para mi gusto, demasiado cursi, algo que siempre la ha caracterizado.
Manolo Otero era entonces un ídolo de la juventud con su canción de moda “Todo el tiempo del mundo”. Los flashes empezaron a disparar a la pareja, ya que ambos estaban de moda, además de por sus propios méritos por sus relaciones de pareja que empezaban a resquebrajarse.Yo sabía que su relación se tambaleaba por habladurías, como todo el mundo de la vida artística lo sabía, pero pasó un poco de tiempo y todos pudimos comprobar que no estábamos equivocados pues las cosas no funcionaban bien entre ellos.
El mismo día que llegó a la discoteca un amigo común nos presentó, pero antes de presentarnos noté que ella me miraba mucho y yo le correspondía con la misma mirada, pues cuando nos presentó dicho amigo me quedé mirandola fijamente y le dije que de donde era ella, me contestó que de Andújar (Jaén) sonriendome, yo le contesté que era de Cádiz, pues automáticamente le dije que era guapisima pero que notaba que tenía los pechos muy pequeñitos, para que le dije esto, se empezó a poner colorada pero de repente empezó a reirse y desde ese momento empezó nuestro romance, parece ser que lo que le dije le cayó en gracia y más aún mi forma de decirlo con esa expresión gaditana que suelo hablar en muchos momentos de mi vida.
Recuerdo perfectamente todo lo que me pasó mientras estuve con ella, por eso paso a contarles a Vds varias anécdotas que me ocurrieron con la Cantudo.
Un día decidimos pasar un fín de semana en el Pantáno de San Rafael muy próximo a Madrid y cuando llegamos a la recepción me hízo pedir dos habitaciones en vez de una, ella era así, siempre quería ocultar lo inocultable y negar ante los demás lo que no se podía negar, pero el recepcionista se dió cuenta de todo y nos dió las dos habitaciones.
Pasamos toda la mañana en la piscina riendonos y yo gastándole bromas, a ella se la veía felíz e ilusionada conmigo, y no paraba de reirse porque yo le decía, ¡Ya verás lo que voy a hacer esta noche contigo!, ella se reía con mis cosas y pasamos todo el día entre broma y broma.La gracia y sin saberlo los dos estaba por venir, pues por la noche decidimos ir al restaurante a cenar antes de acostarnos, y cual fué la sorpresa nuestra que cuando llegamos estaba en el restaurante empezando a cenar toda la plantilla futbolística del Atlético de Madrid ya que frecuentaba mucho este sitio para sus concentraciones, en ese momento entré con la Cantudo y todos se quedaron atónitos al ver no sólo a la Cantudo sino como íba vestida, pues se había puesto un vestido de gasas trasparante que parecía que íba completamente desnuda, ahora sí, íba guapisima, pues ya se podrán imaginar el revuelo que se formó con los futbolístas, inmediatamente se me acercó el Maitre del restaurante para decirme que por favor le dijese a la Cantudo que se cambiara de vestido, cosa que así híze, pues ella se enfadó un poco pero acedió a la petición que me había hecho el Maitre, la acompañe nuevamente a ponerse otro vestido y volvimos nuevamente al restaurante a cenar, pues allí seguian los jugadores donde no paraban de mirarnos, mejor dicho, de mirarla a ella.
Otra vez y en cierta ocasión la llevé conmigo a un estudio de grabación que estaba en el Polígono de Coslada en la salida de la carretera de Barcelona, el estudio se llamaba “Sonolán” donde yo tenía que hacer unas mezclas de mi trabajo sobre el Volúmen de Sevilla y de mi obra “Andalucía Espiritual”, a la salida del estudio fuimos a cenar a un restaurante que se llamaba “Las Moreras” y que su especialidad eran las chuletas de cordero y a mí se me apetecian mucho comerlas, pero a ella como no le gusta el cordero pidió otra cena diferente a la mía, total que terminamos de cenar y nos fuimos a su casa ya que yo me encontraba bastante cansado del tute que me había dado en el estudio, nos acostamos y cual fué mi sorpresa que a media noche me desperté por una gastroenteritis que me entró por culpa de las dichosas chuletas que no estarían en buenas condiciones, el asunto que encendí la luz y ella se despertó y al verme la cara me dijo ¡Que te pasa!, yo no podía ni hablar tenía la cara amarillenta, y tal fué la colitis que me entró que calé hasta el colchón de la cama, había que ver la cara de la Cantudo con lo cursi que era y como tenía su casa, al principio gruñó un poco por lo del colchón, pero viendome la cara en la situación en la que me encontraba empezó a reirse, yo cojí una cabreo de ver como se reía, y sobre todo aquello para mí no tenía nada de gracia, pues llamó por telefóno a un ayudante que tenía que era de la (acera de enfrente), osea, maricón, pero muy gracioso y donde yo me llevaba muy bien con el, y le dijo que buscara una farmacia de guardia para que me tragese algunos fármacos para cortarme la grandiosa gastroenteritis que tardó varios días en desaparecer, pues llegó su ayudante con las medicinas y cuando vió aquél espectáculo, volviendo la cabeza para que no le viera la Cantudo no paraba de reirse ya que sabía lo cursí que era su jefa.
De todo esto que hé contado ella ha ido diciendo por ahí que yo lo híze a propósito, cosa que es incierto y que no está en mi condición de ir así por la vida, pero en fín ella sabe perfectamente como su ayudante que todo lo que cuento es la pura y única verdad de lo que pasó.
Yo acostumbraba mucho a almorzar con ella en su casa ya que ella no quería que saliesemos mucho por ahí no nos fueran a cojer los paparázís y publicarlo posteriormente, por tal motivo cuando saliamos era fuera de Madrid, pues ella empezó a montar mis célebres “Salinas” para bailarlas en un espectaculo que estaba montando, y en unos de esos almuerzos tocaba una campanilla que tenía y al momento aparecía Eloisa que era la chica que tenía a su servicio con una gran bandeja de plata cerrada con una tapadera, cual fué mi sorpresa que cuando ella la levantó para que yo me sirviera había sólamente dos lonchas de jamón cocido pelao y mondao, automáticamente con mi gracia gaditana le dije que si eso era comida para un Mihúra como yó, que se dejase de tantas campanitas y que me pusiese de comer como es debido, la chica no paraba de reirse, y ella cojió un cabreo bastante grande, aunque después se le pasaba cuando yo le daba leña donde Vds se pueden imaginar…
Otra vez nos desplazamos a Cádiz ya que ella quería conocerla conmigo y de paso conocer a mis padres, cosa que así ocurrió, pues mi padre que ha sido un prenda también en estos de los amorios le encantaba ella, pero con quién congenió más fué con mi madre y así recíprocamente, pues no sólo se llevaban bien sino que se llamaban mucho por telefóno, pues mi madre me decía en ocasiones que esa era la mujer con quién me debería haber casado.
En una Semana Santa gaditana nos dejaron un balcón para ir a ver la salida del “Nazareno de Cádiz”, en este viaje nos acompañaba su hijo que tendría tres o cuatro años, pues se quedó dormido y fué Miguel Quintana Sánchez “Manolito el Cariñoso” que es como le llaman en Cádiz quién tuvo en brazos al hijo de la Cantudo toda la noche.
Maria José Cantudo tenía que salir al balcón para echarle al Cristo un ramo de claveles y como era tan famosa, todo el mundo esperaba que saliera, osea, estaban más pendiente de la salida de la Cantudo que de la salida de la cofradía, cuando por fín salió, la Cantudo al balcón, la gente empezó a chillar: “¡Sofía, Sofía”! como si de la Reina de España se tratara, pues realmente el humor de Cádiz es único.
Creo que Maria Jose Cantudo núnca podrá olvidar esa anécdota mientras viva porque la realidad es que Cádiz no solo tiene ese humor inimitable sino que todos los que estuvieron allí les gustó mucho el detalle de la Cantudo de echarle un ramo de claveles al Cristo de los Gitanos tan querido por el pueblo.Creo que nuestras relaciones no cuajaron plenamente porque yo soy una persona muy realista y muy natural en todo lo que hago, y en cambio a ella siempre le gusta jugar con la fantasía, a veces daba muchos rodeos y otras veces quería demostrar todo lo contrario de lo que sentía y hacía, en definitiva, es una mujer que siempre está en guardia, tal vez por tantos fracasos que ha tenido con otros amores suyos.
Un día se organizó un partido de fútbol en Madrid, entre toreros y artístas y sabiendo ellos que yo salía con la Cantudo, me pidieron por favor si podría ser ella la madrina del partido. Éste, fué para verlo y no creerlo porque jugamos en el fango y no tuve más remedio que coger a hombros a la madrina para que la estrella no se manchara.
Quiero destacar que cada vez que íba de Cádiz a Madrid en mi coche siempre paraba en Andújar (Jaén) donde su Madre Araceli me daba unas perdices escabechadas que yo me las llevaba para Madrid, pues era una mujer que le caí desde el primer momento estupendamente, hasta tál punto que me cojió un gran cariño y yo a ella.
También un día y acompañada de la Cantudo me llevó a conocer a su Padre que trabajaba en una refinería de aceite a las afueras del pueblo, era un hombre sencillo y bondadoso, y sobre todo sabiendo lo famosa que era su hija por entonces no se le había subido al coco, él, como tantos otros que hay en nuestra querida Andalucía era un hombre del pueblo y punto.Mi romance con ella duró aproximadamente dos años, después se enrolló con el humorista Pedro Ruíz, y posteriormente con varios más que no viene al caso contarlo.
También quiero destacar que mientras duró mi largo romance con ella yo seguía viviendo con Rosa Valenti, pues muchos y muchas le decian que yo la estaba engañando con la Cantudo, pero como Rosa estaba tan colada por mí, que no lo creía o no quiso creerselo.
EL FINAL DE ESTA HISTORIA ES QUE ME QUEDÉ SIN ROSA VALENTI Y SIN MARIA JOSÉ CANTUDO, AHORA BIÉN, A MÍ QUE ME QUITEN LO BAILAO Y LO FENOMENAL QUE LO PASÉ MIENTRAS DURÓ ESTOS DOS ROMANCES CON ESTAS DOS BELLEZAS DE MUJERES.