Una copa de vino de entrada para borrar la pena del caballo pintado por un Toro anárquico llamado Paco.
Una recepción figurada para tapar la verdad de un pueblo que reclama la justicia del caballo galopante.
“Andalucía es un caballo herido galopando al cielo”, es la herida de un pincél impregnado en el fracaso de la exposición.
Fue todo tan sublime de entrada, que creí que el caballo iba a cantar por bulerias. Y el cante se quedó enmarcado en joyas y trajes de noche que olvidaron el embrujo del artista. Y siempre el tópico como excusa para definir lo que en definitiva hay que empezar a borrar.
En el libro del amor al caballo, Pacheco, ex Alcalde de Jeréz, derrumbó en un segundo el chalet de los sueños de Paco Toro, y el rebelde jerezano de polémicas, sucumbió en una copa de vino olvidando el caballo del alma en la noche madrileña.
Yo, andalúz de la mar de Cádiz, me sentí pequeño.
Lo que hice como hombre me lo dictó el alma, y el amor no tiene nombre.
¿Como quieres que yo pinte el caballo del amor, si en mi corazón pienso y guardo la madre que me parió?
Ya no voy de romería, el caballo se llevó mis penas y mis alegrías.
¿Que pasa, Jeréz, si la frontera sigue y existe poniendo zancadillas de envidias?.
¿Es pecado pintar un caballo melancólico?.
¿Es pecado pintar un caballo de inquietudes si yo no se pintar ni la envidia ni el odio?.
El caballo es un cante de Tempúl que se pierde en un capote de paseo.
El caballo es un cardo jerezano que pincha y que te duele.
Transporté mis octavas al legado en construcción de la cultura popular y en el “Joy Eslava” de Madrid estuvo todo el mundo menos el caballo de Jeréz.
Hermano Paco con apellido de Toro revoltoso.
¡ Andalucía es un caballo herido galopando al cielo!.
Yo se que tu estas herido porque tu caballo y mi piano se pusieron triste al lado de la comercialidad alineante con sabor a copa de vino.
He vivido otro tópico en mi carrera de sueños
Hoy el hijo predilecto de Jeréz creía que era poca cosa.
Pero yo tengo un caballo de Paco Toro al que le cuento mis penas, que aguanta mis tristezas y acompaña día y noche mi soldedad, y cuando llora me dice relinchando: ¡Felipe! no te preocupes, que tu hermano Paco Toro, que me dió la vida, será siempre por la Gracia de Dios un hijo predilecto del arte.
Lo demás son inventos comerciales para borrar el caballo herido galopando al cielo.
Pero un día de estos lo nombrarán hijo predilecto de Jeréz.
¿Para qué?