Ha llovido tanto,¡tanto!
que está la calle hecha un mar.
Al barco de la vitrina
le llega el aire del mar;
qué temblor de singladuras
por la quilla y el compás.
Una mulilla y un carro…
¿tendrán valor de pasar…?
Una mulilla y un carro
tan tranquilos sobre el mar.
Y el barco de la vitrina
siente nostalgia del mar.
¡Ay, si él pudiera romper
la compuerta
de su dique de cristal…!
¡con lo cerca que está el mar…!
Y sueña una travesía
desde Londres a Ceilán.
¡Y está la calle hecha un mar!.
Una mujer, en la orilla,
enseña un cesto vacío
y llora a todo llorar.
Los pescados que llevaba
se le han escapado al mar.
Y el barco de la vitrina.
…¿El barco de la vitrina…?
¡Es natural!
Como llovió tanto, ¡tanto!
que está la calle hecha un mar,
y él llevaba tanto tiempo
tan solo y lejos del mar…
es natural
que el barco de la vitrina…
teniendo tan cerca el mar…
¿Es natural!.
Pero pudo haberlo dicho,
y no romperme el cristal.
Que yo lo hubiera dejado
navegar;
y además de darle adioses,
víveres y capitán,
le hubiera dado una carta
para una niña que tengo
esperándome en Ceilán.
…Y a lo mejor yo también
me hubiera ido a Ceilán.
Mas ya no tiene remedio.
Dios tenga paz con el mar
para que mi barco pueda
cruzar los mares en paz.
Que la rosa de los vientos
le ayude en su navegar.
Y que una tarde de lluvia
llueva tanto, tanto, ¡tanto!
que esté la calle hecha un mar,
para que vuelva a su puerto
el barco, que a estas alturas
Dios sabe hacia dónde irá.